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Un lungo soggiorno sull'isola di Lanzarote è per Antonio, professore di filosofia dai metodi di insegnamento discussi, la più preziosa delle occasioni per spingere agli estremi la propria riflessione sul materialismo dei corpi e sulla libertà della ricerca del piacere fisico. C'è un legame tra Antonio e quel luogo. Secoli fa, il piccolo paradiso atlantico fu sconvolto da eruzioni inarrestabili. Dalla terra emerse el Diablo, spirito distruttore fatto di magma. Con la sua lava segnò in modo irreversibile l'isola, regalandole un panorama incredibile, tanto aspro quanto carico di fascino. Lanzarote appare dunque a Antonio come la realizzazione fisica del proprio intimo, perennemente attraversato da passioni di bruciante carnalità, teso alla ricerca della verità ultima dell'uomo e della natura. Innervato dalla concezione materialista di Lucrezio, per lui è la corporeità a costituire il vero cardine della vita, il solo faro che guida il suo agire nel mondo e il suo relazionarsi con gli altri. Arriva a compenetrarsi con il paesaggio che ha attorno, scatenando una sensualità esasperata che travalica i limiti convenzionalmente accettati. Ma quando ci si spinge sempre più verso un estremo, ci si espone a conseguenze imponderabili. Oltre l'atomismo, c'è il moltiplicarsi della realtà possibile, e ciò che percepiamo come dato certo può arrivare a sfaldarsi in un indistinto probabile. Opera intensa e coraggiosa, che si distacca via via dallo schema della fiction per conquistare nuovi spazi poetici di potente simbolismo.
Copertina_Corpora_mundi
La recensione di Carla Rosco
Corpora mundi di Gaetano Cinque ovvero che voglia di andare di volata nell'isola di Lanzarote, di essere immersi in una natura aspra e forte, di essere inondati da un oceano di sensazioni visive, sonore, sensuali e sessuali.
Il corpo del mondo è tutto ciò che vive e che per farlo prende molteplici forme.
Il protagonista è affascinato e travolto da questa fantasmagorica presenza dell'umano e del non umano, e cerca di coinvolgere chi gli sta vicino senza quasi mai riuscirci, poiché siamo ben organizzati a tracciare confini, steccati e quant'altro per sentirci protetti, in realtà svilendo le nostre possibilità di godere e di far godere:
in quali tenebre e in quanti pericoli
trascorriamo quel poco di vita che ci è data.
Come non vedere che la natura niente altro ci chiede
se non che il corpo sia disgiunto dal dolore
e gioisca libero da ogni preoccupazione e timore?
Così Lucrezio, amato e citato dal protagonista Antonio, professore di filosofia. Per i suoi metodi di insegnamento viene allontanato dalla scuola e si trova a soggiornare per due mesi a Lanzarote, in compagnia di una sua collega e amante, Clara. Antonio e Clara hanno una preesistente vita familiare non serena e nell'isola la loro convivenza non è facile.
Le turbolenze di Antonio mettono sotto pressione Clara che, pur affascinata da una vita più libera, preferisce scelte collaudate: vuole essere moglie e madre.
Fuori ribolle l'oceano, nel loro appartamento i corpi configgono e raramente si incontrano in affetto e vicinanza.
Poi arriva la pandemia di Covid a complicare, a generare nuove turbolenze fino alla decisione di Clara di tornare in Italia.
Antonio contesta, attacca, si allontana dalla realtà con fantasie anche filosofiche estreme, ma alla fine si ritrova accanto a Clara per rientrare in Italia.
Una scrittura serrata, personaggi risucchiati dalla prepotente vitalità del protagonista che, come le onde dell'oceano, ribolle e si slancia su quello che lo circonda.
(Carla Rosco è poetessa e giornalista)
La recensione di Gabriele Ottaviani
Finalmente Clara è tornata a essere mia…
Corpora mundi, Gaetano Cinque, Giovane Holden. Per Antonio, docente di filosofia particolarmente discusso che ha dedicato la sua vita alla riflessione, ispirata, tra gli altri, da Lucrezio, sul materialismo dei corpi e sulla libertà della ricerca del piacere fisico, il panorama lavico di Lanzarote, modellato dal magma, è la rappresentazione tangibile della ribollente masnada di passioni che lo agitano: per questo arriva addirittura letteralmente a compenetrarsi con l’ambiente che lo circonda, nel corso di un viaggio che gli pare finalmente la sua vera occasione per dare un senso al proprio esistere. Ma quando ci si spinge fino alle estreme conseguenze si deve anche accettare la possibilità dell’irreparabile, e… Deflagrante.
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Hay dos formas de soledad: la no deseada y la soledad por elección. En mi novela Un lugar en el caos(ExLibric, 2024) el enfrentamiento entre el analista y el paciente, este último, en un exceso de polémica, hablando de la vejez, representa en manera rotunda que es propio en este periodo de la vida que aparece una soledad no deseada muy grave: “¿Dónde están los nietos a medida que crecen y los abuelos se ponen más viejos? La realidad es que los jóvenes evitan la vejez. Los viejos son feos de ver y resulta engorroso frecuentarlos. Los viejos tienen manías, obsesiones, siempre tienen que decir algo, y nunca ese algo es bueno. Por tanto, mejor evitarlos” (pág. 114).
La soledad no deseada es antes de todo aislamiento físico. Estás a solas, sin ver por largos días a alguien, sin intercambiarse con un amigo palabras aun sencillas. La soledad no deseada se nutre también con un sentimiento de exclusión y marginación. En el enfrentamiento analítico el paciente así describe un lugar que aparentemente quiere luchar contra la soledad de los ancianos: “La residencia de ancianos es un campo de concentración de decrepitud, de sufrimiento, de debilidad física y mental” (pág.112). La soledad no deseada comparece también en la vida de la pareja. Parece imposible que en la pareja hay la soledad, considerado que tiene una vida diaria junta. Todavía es propio así. Son dos mundos los de la pareja que a menudo se encuentran con muchas dificultades. También en la novela El perro viaja conmigo(ExLibric, 2024) este asunto de la soledad en la pareja está tratado. “Cruzar los deseos sexuales no es posible porque los mundos de sueños y fantasías eróticas de cada uno son impenetrables, puede que ni nosotros mismos conozcamos cuáles son. Por eso el logro del placer en el acto sexual es individual y cada amante queda solo consigo mismo” (pág. 64). Pero aún más preocupante es la soledad cuando la pareja envejece. La vida se pone como forzosa y los sentimientos más insoportables sustituyen los de amor y atracción sexual. Esta condición de sufrimiento es así descrita en la novela Un lugar en el caos, a página 118: “De la indiferencia a la insoportable presencia del otro, que muchas veces se transforma en aversión, cuando no en odio. La pareja así es un lugar de soledad, en vez de ser compañía y amistad.”
La soledad no deseada no es sólo un problema individual, privado, que concierne la vida de cada uno de nosotros en unos momentos de nuestra vida. Se trata de un verdadero desafío social, al que el Estado y las instituciones públicas tienen la responsabilidad de dar respuesta. La pérdida del empleo, la migración son condiciones que determinan sentimientos de malestar, que impactan en la salud mental y que provocan fuertes percepciones de aislamiento. Es la soledad de los que vemos como envueltos en una burbuja aislante y que viven por las calles, durmiendo en lugares improvisados como estaciones de tren o paradas de autobús.
En El perro viaja conmigo examino la condición de estos marginados después de encontrarme con un hombre de edad madura que daba vueltas con un perro a lo largo de senderos de Charco del Palo a Lanzarote. “De repente habría querido apartarme, pero luego pensé que no era correcto ignorar a un ser humano, como hoy ocurre con todos los marginados que no tienen voz ni palabras, ignorados, hasta que estallan. A menudo son trastornados, guardan silencio en su burbuja de invisibilidad. Se cubren la cabeza con una capucha hasta los ojos. Rebuscan furtivamente en los contenedores de basura, indigentes avergonzados con su carrito de la compra buscando comida. Los llamarías náufragos invisibles, fantasmas que habitan puentes, paradas y estaciones del metro, sin que los vemos” (pág. 97/98).
Sin embargo existe una soledad deseada, que es fruto de una elección personal. En este caso, la soledad está acompañada de unas sensaciones de plenitud interior, bienestar y satisfacción emocional. Yo personalmente vivo esta soledad por mi creación literaria. Es una condición básica que me trae mucha felicidad. Escribo a página 127 de la novela El perro viaja conmigo: “Para mí, lo sabes, el sitio de Charco del Palo es lugar de felicidad de cada día con el paseo al amanecer y con imaginación narrativa. Cuando estoy allí mi cerebro va muy rápido y empiezan a vivir personajes e historias de pasión, todos los sentidos humanos se agitan y yo vivo otras vidas, otros amores, otros sexos.”
La soledad deseada es también una opción para afrontar condiciones psicológicas de particular relevancia como son los sentimientos de amor o el ahondamiento psíquico de la propia vida. Ejemplar con respecto a eso la condición de soledad querida del poeta italiano Francisco Petrarca del siglo XIV. En su poesía Solo y pensativo él declara que busca la soledad para ocultar su intenso amor por Laura. Esta soledad pero no es bastante porque su amor se transluce y, aun pasea por lugares aislados, montes, calles y ríos, incluso toda la naturaleza, saben de su amor y de su atormentada pasión por una mujer por la que se vuelve loco.
La soledad deseada quiere alimentar la satisfacción interior con la costumbre de una verdadera autonarración. Estar a solas es buscar un lugar adecuado para una conversación íntima con uno mismo. “Me levanto de la cama muy temprano al amanecer y, guardando profundo silencio, me voy a la cocina para calentar la cafetera, preparada la noche anterior, y disfrutar la espera de escuchar el soplo de agua vertiendo café en la caldera de la cafetera. Vierto la bebida caliente en una taza grande y me la llevo al aire libre, no sé, al balcón, la terraza o el jardín, donde me espera una cómoda tumbona. Me coloco allí y me tomo en absoluta tranquilidad esa taza de sabroso café, que obviamente anticipa el que le llevaré a mi esposa más tarde. Considero este primer café un privilegio porque estoy verdaderamente a solas conmigo mismo durante un tiempo libre para excelentes sensaciones. Mis pensamientos malos o buenos van libres y mi psique se vuelve loca” (Un lugar en el caos, pág. 131).
En resumen, podemos prescindir de todo excepto de contar historias, porque estamos hechos así, con un cerebro que es narrativo y a las neuronas les encanta contar historias.