AMISTAD

Es una creencia común que la verdadera amistad entre los humanos es difícil de encontrar, mientras que la que te brinda la mascota es eterna y sincera. Sin embargo, hay algo de verdad en este cliché: sólo quienes experimentan la compañía de un perro a lo largo del tiempo se dan cuenta de lo especial que es su amistad, muy lejana de la que se consolida entre humanos.

La amistad del perro es ante todo hecha de constante y silenciosa presencia. Es una presencia que quiere ser correspondida con una relación tuya que no debe ser interrumpida por tus conveniencias diarias.

En mi novela El perro viaja conmigo (ExLibric 2024) escribo: “Lo que no se entiende, y me aburro oyéndola, es la pregunta: ¿por qué llevas contigo siempre a tu mascota durante cada viaje, y nunca la dejas en casa?” (pág. 143). Porque es la amistad que él me da la que me pide estar con él, es la relación que tengo con él la que me pide tenerlo siempre conmigo. He aquí una característica fundamental de esta especial amistad que ofrece la mascota: la perseverancia de su fervor. Pase lo que pase su relación amistosa no cambia.

Hoy se discute mucho sobre el sentido de la amistad entre los humanos. “La amistad en el siglo XXI: cuando los amigos sustituyen a la familia y a la pareja” titula un servicio de presentación de ensayos publicados recientemente sobre el tema de la amistad humana El país en el suplemento Ideas del domingo 16 de febrero de 2025. Estamos buscando un nuevo modelo conceptual y filosófico de la amistad humana que siempre ha interesado a pensadores y sociólogos a lo largo de los siglos.

Un pensamiento nuevo y muy original podría derivar del modelo de amistad que los perros expresan con los humanos, y que tiene mucho que enseñarnos. La amistad animal no llena un vacío ni es un atajo para evitar compromisos y exigencias que la amistad humana impone. Es la experiencia de la diversidad. El perro te enseña a seguir lo que se aleja de tus hábitos humanos y te empuja a considerar nuevos lenguajes y nuevas necesidades. Este tipo de amistad no es una herramienta contra la soledad. De hecho la amistad en la soledad es un valor aún por descubrir y la compañía de un perro ayuda a descubrirlo. A página 139 de mi novela El perro viaja conmigo escribo: “Después, estar con el perro favorece una interacción muy intrigante, porque me permite penetrar en el mundo de la naturaleza. A mi me hace descubrir la potencia de la comunicación sin palabras, porque su lenguaje está hecho por muchas cosas que no son palabras, sino pequeños gestos, la mirada, el entorno ya conocido que se repite. Sin embargo, puedo usar palabras con el animal porque le gusta mi voz, la reconoce y por supuesto entiendes unas palabras, las que repito para hacer cosas que sobre todo él quiere. Es como una sintonía importante, me hace sentir bien. Es también una gran experiencia intelectual de conocimiento. Sigo aprendiendo.”

¿Qué representan los perros para los que viven al margen de la sociedad? A menudo vemos a hombres pobres marginados que no tienen voz, ni palabras, ignorados como si fueran en una burbuja de invisibilidad y que a menudo están acompañados de unos perros, tranquilos, buenos, también ellos en la burbuja de invisibilidad. Se diría que son perros por llenar un vacío y proporcionar compañía. No es precisamente así. La amistad que estos perros ofrecen pasa por alto la marginación social y pone en evidencia ideas de inclusión que los humanos ya ignoran.

Amistad es aceptación de la diversidad y compartir un tiempo de vida: lo que hoy en nuestras sociedades humanas es imposible, porque dominan vallas y discriminación.

Además, la amistad del perro responde también a nuestro profundo deseo de cuidar a alguien. “Es deseo de todos los seres humanos; igual que estamos listos a odiar, así estamos preparados para defender, ayudar y cuidar a alguien.” (El perro viaja conmigo, pág. 139). Esta forma de relación amistosa está contaminada entre los humanos porque el interés hacia el otro difícilmente es gratuito. En cambio, cuidar a un perro es la máxima expresión de un acto desinteresado. “Ocurre también que algunos van a la perrera y se llevan a los perros que más sufren, y tal vez son los mismos animales que otros seres humanos han maltratado o abandonado: son las dos caras del homo sapiens. El perro, pues, no es solo guía del ciego, sino guía del ánimo humano por su necesidad de altruismo.” (El perro viaja conmigo, pág. 140).

En la sociedad de hoy esta relación entre humanos y animales está protegida por leyes y finalmente, aunque sólo en parte, el animal tiene identidad propia, está reconocida su relación con el humano, el que asume la responsabilidad de sus acciones. Lo que es justo hacia cierto punto. Los perros son lobos amansados no tienen el entorno salvaje y están obligados a compartir una vida complicada y tecnológica, dependientes de los humanos. Y se han adaptado. Por cada animal hay un humano responsable, que tiene que contestar por el comportamiento de su protegido, su mascota. Por eso hay la costumbre de llamar al responsable del perro dueño. Es una palabra que evidencia la relación de responsabilidad, que puede representar la condición jurídica de esa relación, pero no su sustancia que es la de la amistad. Mejor sería llamar el dueño el amigo del perro.

Otro aspecto del animal en su relación con los humanos concierne su vida doméstica en casa. Hoy en día la mascota es un miembro de la familia, y a menudo bien por juego bien por semejante relación familiar el perro se envuelve en hijo, en nieto etcétera. Sin embargo el perro no es ni un hijo, ni un nieto, el perro es un amigo y su amistad se manifiesta hacia todos aquellos que son cercanos a él.

A la mañana, al amanecer mi amigo me espera ante la puerta del baño. En cuanto estoy listo para salir abro la puerta y vamos a la playa de Los Pocillos y jugamos con la pelota. No tenemos palabras, todo lo que ocurre está indicado por señales compartidas. Es una amistad silenciosa y está acompañada por el sol que nace en horizonte. Y cuando digo: ¡aquí está, aquí está! Él se para, se entretiene, y espera que yo goce de la luz que se desprende sobre las olas del océano.

“Cuando murió Tess, nuestra querida golden retriever, mi mujer propuso no privarnos de la compañía del perro, sino conseguir a un perro pequeño. -Fue un dolor muy grande que no quiero repetir cuando pierdas a tu mascota- dije a corazón abierto-, no quiero compañía de perros, pues deseo hacer viajes largos en aviones, y el perro es un obstáculo. No puede viajar con nosotros en la cabina. Yo nunca lo dejaría en la bodega de avión. Además, nunca querría dejárselo a nuestros parientes o amigos. -Tampoco yo pienso dejarle a mi mascota a nadie-respondió mi esposa con confianza- ni pienso dejar de viajar. Por eso es muy importante el tamaño del perro que escojamos, ya que al final es muy importante para mí tener a un perrito, como bien escribe el zoólogo y etólogo Konrad Lorenz en su ensayo Y el hombre conoció al perro, en la vida humana es fatal que toda alegría se pague con un tributo de dolor, y el que se prohíbe las pocas alegrías por miedo a tener que pagar la cuenta que el destino le presentará es un pobre mezquino y de mente estrecha. No supe qué responder. La amistad con un perro era fundamental para Julia, mi esposa. ¡Y para mí también!” (El perro viaja conmigo, pág. 15).