Destino o libre albedrío
En mi novela Tiresias, el profeta desconocido(ExLibric, 2025), se habla del destino y su opuesto, el libre albedrío. Tiresias, teniendo la posibilidad por don divino de conocer el futuro, para evitar que se cumple un destino trágico, empuja continuamente a las personas que recurren a él a cambiar el recorrido de vida. No se trata de una referencia al libre albedrío, sino más bien a utilizar el pequeño desvío, que se pueda encontrar para salir desde un camino obligado.
Este asunto filosófico es muy presente en el mito griego. La mirada constantemente dirigida a la necesidad, que los griegos llaman ananké, crea una cultura pesimista en torno al tema de la libertad individual, por la cual todo intento de desviarse del camino del destino nos conduce al fracaso de la vida y todo esfuerzo resulta inútil.
Lo que sucede en la vida de cada persona lo se llama destino. Obviamente, si la vida trae éxito, estamos hablando de buena suerte, es decir, de un destino positivo, incluso si nos referimos a la capacidad personal para alcanzar la meta deseada. Si no hay éxito, sin embargo, el fracaso lo se refiere a la mala suerte, y las circunstancias negativas son siempre imputables a algo externo a la persona.
En la novela citada es especialmente esclarecedora la postura adoptada por Creonte, tirano de Tebas, respecto al papel de Tiresias como profeta. “O mejor:¿existe un destino? Creo que no, no hay ni destino ni libre albedrío. Están solo nuestras pasiones, nuestros deseos, la testarudez de alcanzar nuestros objetivos, buenos o malos, porque toda la vida es una lucha para nuestra afirmación. Somos héroes épicos y aspiramos a la eternidad, como los dioses. Yo no sé quién me está siguiendo, si eres tú, Tiresias en persona, o solo el efecto de tu voz. Pero es bueno que tú sepas que la profesión de profeta es inútil: ¡no es provechoso conocer el propio futuro! Al fin y al cabo, no cambia nada. Los actos serán siempre los mismos, el conocimiento se convierte en un adorno triste”(pág. 126).
Pues el destino no es otra cosa que la vida que cada persona vive durante su existencia, una vida caracterizada por el azar y por las circunstancias que se crean. John Gray en Perros de paja(Sexto Piso, 2023) afirma: “Como ocurre con otros animales, algunas vidas son felices, otras desgraciadas. Ninguna tiene un sentido que vaya más allá de sí misma.”
Y el libre albedrío, que es la posibilidad que el humano tiene para elegir entre varias opciones, es pura ilusión, porque no hay las condiciones por las cuales la elección ha sido autodeterminada, es decir que quien toma una decisión sea el causante y responsable último sin que nadie o nada ha forzado para esa elección. Lo que no ocurre nunca. ¿Qué es, por lo tanto, lo que queda? Un determinismo asfixiante, elecciones forzadas a las que uno no puede oponerse, una deriva incontrolable hacia fracasos no deseados y una maldición contra la mala suerte. Y aún así nos enorgullecemos de decir que todas nuestras decisiones han sido por autodeterminación, apelando a nuestro libre albedrío. Ya los latinos dijeron, engañándose a sí mismos: homo faber suae quisque forunae,cada hombre es el arquitecto de su propia fortuna.
¿Qué es lo que nos condiciona? Primero nuestra realidad física, nuestro ADN, nuestra educación, los cursos de estudio y el entorno social frecuentado. Estamos inundados de miríadas de condicionamientos inconscientes. ¿Qué podemos decir de los impulsos que nos agitan y que muchas veces nos llevan a conductas de las que luego nos arrepentimos? Después hay los condicionamientos externos a nosotros, causados por la propaganda ideológica y política, a menudo construida sobre prejuicio y falsa información, incluso todo el recorrido histórico de la ignorancia. Una fuente de condicionamiento externo es el miedo, muy escuchado por la gente, especialmente cuando se trata de la seguridad personal y el peligro que otros pueden traer con su presencia, como sucede con el fenómeno migratorio.
Tiresias, profeta a pesar suyo, por don divino, al principio cree que conocer el futuro puede ser útil para modificar algo del recorrido establecido por el destino. Él que puede estar dentro de los acontecimientos, pues conociéndolos, intenta a convencer a las personas a cambiar comportamientos, todavía sin éxito. Se da cuenta que cada uno está cerrado en hábito suyo, no quiere salir del camino acometido, y inevitablemente cumple lo que Tiresias vio antes. Desde aquí aprende que no sirve ni conocer el futuro, ni proponer diferentes actos. Lo que impide salir del recorrido son los condicionamientos, la armadura que usamos, de la que vamos seguros y sin titubeos. Es voz desperdiciada la del profeta Tiresias cuando grita a Edipo: “¿No tienes ni una sola duda?” Y Edipo contesta: “Nunca tengo que ceder ante una duda, porque la duda me paraliza y nunca podré llegar al poder.” La certidumbre, la convicción que cada uno cree ser en el justo, que son los demás los que están en error, el llamado dogmatismo, el fanatismo, son un obstáculo para cambiar el rumbo del destino e ilusiona que a pesar de cualquier futuro representado por un profeta estás actuando para bien. Tiresias sigue empujando a pararse, a darse un segundo de reflexión, él ha visto, y lo que ha visto le hace decir algo que puede ayudar a no precipitar en el barranco. ¡Nada, es solo una pérdida de tiempo! No sirve un profeta, no sirve representar lo que podrá ocurrir.
Sólo con el último don de Zeus Tiresias encuentra una posible solución frente al destino. Volver la mirada dentro de uno mismo, donde se puede ver no el futuro, no el destino, no cómo será la consecuencia de los actos del recorrido, sino cómo eres, cuales son los condicionamientos tuyos, y finalmente quizás coger un pasillo por el cual suponer otra salida incluso un margen de libre albedrío.
Son ilusiones los grandes proyectos de cambio del mundo, las heroicas hazañas, mientras es más importante el pequeño acto para salvarte la vida. Es lo que Tiresias quiere representar a Antígona. “Los valores individuales no se pueden sacrificar. Tienen más importancia que los colectivos, la vida es única e irrepetible, hay que salvaguardarla y protegerla” (pág. 119).
La vida de Tiresias está caracterizada por muchos eventos, unos extraordinarios y portentosos. Un recorrido complejo y significativo. Una riqueza de experiencias vitales. Al final él se encuentra a solas y así documenta una nueva conciencia que vaya más allá de cada filosofía o creencia sobrenatural. “¿Quién soy verdaderamente? Fui un profeta desconocido, en mi cerebro buscaba la verdad de la historia. ¿Tiene verdad la historia o la historia no existe? ¿Existen solo construcciones fantásticas? ¡Cuántos acertijos en mi cerebro! No sé. No amo a los héroes, ni tampoco a los valientes, a los que se creen capaces de resolver cualquier contienda, a los decididos, a los que hacen todo lo posible para destacarse. Me gusta el hombre tímido y acogedor, que no quiere sobresalir. Amo a quien se juzga antihéroe. Amo a los débiles, a los que se hacen a un lado, a los que se rinden. Amo la duda, la incertidumbre, el no saber. Amo la inquietud de la ignorancia. No la verdad, sino el enigma. Todo lo que ocurre no tiene ni destino ni elección. Se presenta como un enigma al cerebro, no quiere respuesta ni consuelo ni resolución. Se manifiesta y tú solo puedes aceptarlo” (pág. 132).