PSICOANÁLISIS Y LITERATURA



El psicoanálisis no es un tribunal de conducta,

no es una ética del “buen vivir”

o un manual de reglas de convivencia.

Tampoco es una arqueología con la que

se intenta reconstruir la historia “verdadera”

con sus “piezas faltantes”.

 

José Luis Juresa: La realidad por sorpresa (Paidós, Buenos Aires 2024)




Es literaria la obra que reconstruye el mundo,

aunque relata de una pequeña partícula de la sociedad,

la que indaga y representa, que ve más allá

de la realidad, entra en los recovecos de las conciencias,

que coge las obsesiones, que revela el delirio y el exceso.


Gaetano Cinque: Diario minimo di uno scrittore esordiente (Ed. Giovane Holden,Viareggio 2018)







¿El psicoanálisis puede ser savia para la creación literaria?



Pregunta muy difícil, no sé si se puede contestar inmediatamente y en manera rotunda.
Hay alguien que dice que quien hace psicoanálisis, es decir el conductor, es decir el psicoanalista, cuando actúa es un verdadero autor literario, porque es en grado de sacar fuera del cuerpo del paciente historias originales e inesperadas.
Los más, pero, dicen que es el paciente a ser en manera apropiada un autor literario, porque los asuntos que salen de su cerebro, de su psique, en la conversación con su galeno, son obra original y irrepetible, como lo son los fragmentos de vida que cada uno saca a la luz cuando habla de sí en psicoanálisis.
Sin embargo es la capacidad del analista la que guía en los senderos complicados del íntimo de quien se ha dirigido a él por un malestar psíquico del que no sabe el origen.
Es un trastorno insoportable. Alguien intenta curar a su condición psíquica con unos fármacos y, por supuesto, como ocurre por todos los demás fármacos, acabados sus efectos benéficos, vuelve la situación inicial.
Queda el analista para buscar los orígenes del trastorno.
No siempre una secuencia de sesiones psicoanalíticas halla la llave del desorden, pero el paciente se siente a gusto por cada sesión, porque hablar de sí, expresar un mundo desconocido ayuda en esos ratos para conocer el mundo del inconsciente que toma forma y claridad.
Así es el proceso creativo del autor literario que se pone no delante de un galeno, sino delante del teclado, cuando siente un trastorno y quiere expresar un mundo que aprieta y tiene que salir. Es la publicación del libro en papel o digital el alcance de este proceso creativo que interesa a su psique.
Hasta aquí podría ser el símil, por lo demás psicoanálisis y literatura son dos mundos diferentes.

Con el psicoanálisis Freud se ha hecho carrera para enfrentar una realidad de malestar en manera nueva y original. Estamos en una lógica de humanismo que incluye la totalidad de la vida de cada ser humano.

No hay asuntos extraños, porque todo está adentro del paciente.

Es su cuerpo con su historia que señala el rumbo de la búsqueda de sentido del malestar.

No hay comportamientos abominables, no hay enfermedades incurables y finalmente nunca jamás un paciente sometido a un médico que prescribe en manera autoritaria diagnosis y terapia.

En psicoanálisis hay la subversión de los esquemas sanitarios; el paciente acaba de ser un paciente y se envuelve en un protagonista porque él mismo es artífice de su diagnóstico.

Él es autor de la búsqueda de los síntomas de su padecimiento. Bajo la guía del analista aprende a entrar en su cuerpo, en la memoria del cuerpo, en las señales del tiempo, las que se cuelan en los ratos de su vida.

¡Cómo es importante este momento de protagonismo que jamás está presente en el mundo sanitario!

El psicoanalista se pone en el nivel de su paciente y así nace un amor entre los dos que viven una condición irrepetible.

Es una transferencia erótica que sólo puede crearse con un entorno adecuado para el mundo indecible.

Y así el mundo de lo indecible toma la palabra y finalmente la sombra se materializa y puede ser vista con gran liberación, aunque el gran miedo aún continúa.

El psicoanálisis tiene la fuerza de sacar a luz lo que se oculta en el sangre de las personas y que las reglas de las ciudades piden que se olvide, porque sus verdades están juzgadas vergonzosas y sin ninguna utilidad para la comunidad urbana.

¿Quién podría jamás hablar en público de cuando nadaba en su líquido amniótico por decir de su relación materna? ¿Quién hablaría de sus primeras experiencias sexuales infantiles y a menudo desviadoras? Creo ninguno.

La vergüenza juega un rol de bloqueo. Hace guardar el silencio. Y así nace un mundo a parte, aislado y todo interior. Es el mundo secreto de la psique, cerrado y difícilmente se abre para compartir algo con alguien.

A vez será una razón religiosa católica, que empuja a alguien a entrar en el confesonario y allí abrir aquel mundo vergonzoso llamando deslices deseos y pensamientos inconfesables, o actos juzgados horribles. Es la necesidad de dar voz a lo indecible. Va bien también el cura, que se envuelve tal vez en un verdadero psicoanalista.

Pero no es que todos somos católicos por necesidad de psicoanálisis. Y entonces he aquí el trastorno y el malestar interior que aprieta y nos hace sufrir. También con insomnio y mal humor.

Si entramos en este mundo de la psique nos toca bailar con la más fea.

¿Qué decir de las manías y de los miedos?

Las manías nos acompañan desde el nacimiento y llevando años se acumulan inexorablemente y envejeciendo se aguzan. Son delirios más variados y a menudo nos obsesionan sin pararse.

Las tenemos escondidas, nos coge vergüenza si alguien nos ve sometidos a comportamientos extraños. Pero ocurre también que unas manías se ponen en nuestro modo de ser, por tanto estamos en el juicio de los demás.

¿Qué son las manías, sino estratificaciones de comportamientos que nos dan confianza y certidumbre, hasta el punto de que sin estamos perdidos y en pánico?

Hablando de ellas con analista él nos ayudaría a descubrir la origen de estas obsesiones.

Es siempre la palabra que lleva el inconsciente al consciente.

La palabra y el diálogo, el derribo de obstáculos de cualquier tipo son las herramientas del psicoanálisis.

Es claro que no extirpamos nuestras manías con las palabras, pero nace una conciencia que nos hace estar más a gusto.

Lo que he dicho de las manías es nada en comparación con los miedos que nuestra psique entrega al cerebro.

¿Cuántos miedos hay que nos atormentan día y noche sin darnos respiro?

El miedo de fallecer encabeza.

El miedo de la pobreza y de la soledad colman de atenciones los más.

El miedo de envejecer, el miedo de perder un amor, el miedo del fracaso en la vida profesional: es una lista sin fin.

¿Qué decir de los miedos específicos que han sido evaluados como enfermedades. Por ejemplo el miedo de lugares cerrados o viceversa el de lugares abiertos, que es similar al miedo de viajar?

Después hay miedos inducidos o de propaganda política o de condiciones sociales particulares. Son los miedos por el extranjero, el clandestino, por el diferente por el color de piel o por el país de origen.

El trastorno tiene origen no sólo por manías o miedos. Muchas otras razones atormentan al corazón de las personas. Ninguno está ajeno de preocupaciones.

Ahora es angustia por algo, ahora por una depresión apremiante por el avance de la vejez y la decrepitud.

Ahora crean problemas las relaciones familiares, las que sin embargo complican más la vida. Son verdaderas obligaciones morales, sin tregua.

Sin duda hay la necesidad de hablar sobre lo que nos atormenta. El trastorno quiere ser representado con la palabra.

Aquí la literatura asoma la cabeza. La literatura, sin embargo, es una herramienta por la salida de un bloqueo psíquico insoportable.

¿La literatura, por tanto, puede sustituir al psicoanálisis?

No, porque, como dicho, no son dos esferas intercambiables.

Con psicoanálisis el mundo íntimo entra en escena en manera caótica sin ningún plano, no respeta alguna ruta. La que sale de psique es materia informe que sigue impulsos repentinos.

La creación literaria en cambio tiene que dar orden al informe, tiene que conectar el significado a su correspondiente significante. Y así nace un mundo nuevo, original y vive en las palabras escritas.

Con mi obra Un lugar en el caos he querido construir un relato en el que el psicoanálisis se ponga como asunto narrativo según las reglas más o menos genéricas del método analítico entrelazado con la ficción literaria. Me he fundamentado en hechos biográficos incómodos, que ponen en evidencia aspectos de psique que son funcionales al diálogo psicoanalítico.

Me he atrevido a utilizar el lenguaje del psicoanálisis para el narrativo, pero con la conciencia que mi obra es una novela, no es un ensayo sobre el psicoanálisis, aun abre un enfoque sobre la actividad analítica.

La psique está allí con su universo loco y misterioso, puede ser acercada por un psicoanalista o por un escritor. Son dos rutas diferentes, pero a menudo se cruzan, el escritor puede tomar savia para su creación artística, y el galeno puede valerse de la imaginación literaria para un diálogo nuevo y estimulante.

Por eso podemos añadir que la palabra es la que une la literatura con el psicoanálisis, sin embargo con la posibilidad de saber algo más del ánimo humano.

Mi novela Un lugar en el caos acepta el desafío: transforma una secuencia de sesiones psicoanalíticas, aunque no académicas, en páginas narrativas y el cuento de la vida del protagonista es el de un viaje largo y profundizado dentro de su psique.

La ficción narrativa me lleva a caracterizar a un personaje que descubre en la psique los perfiles de un individuo con trastorno y con gran voluntad de abrirse para alcanzar un equilibrio de conocimiento casi por un balance de su vida envejeciendo.

No una autobiografía, mas una búsqueda de sentido. La literatura aquí se enfrenta con el psicoanálisis. Y todo parece símil, cae la diferencia entre sí, y la ficción se envuelve en realidad narrada, y ante al lector estrenan el paciente y el galeno por un psicoanálisis salido por juego.

No es por tanto sólo la representación de una necesidad del ánimo humano abrirse al desconocido mundo psíquico, es literariamente una síntesis de los aspectos que empujan a un sujeto dar el sentido a lo que ocurre a lo largo de su existencia.

Al fin y al cabo puede parecer algo estéril indagar qué de la experiencia vivida ha sido más importante como si cada vida tuviera un guion.

No es así, todo ocurre sin nuestra convencida determinación, sin libre albedrío, y nos encontramos a merced de fuerzas incontrolables.

Cada nuestro esfuerzo se queda inútil, tal vez no nos queda que aprovechar el poco de lo que nuestra vida nos entrega agradable, sin obsesionarnos demasiado con hacer que sea «perfecta», y sin hacer nos ilusiones sobre el «impacto global» de nuestros actos. Es una visión minimalista, intrascendente, limitada, volátil y superficial (Jesús Zamora Bonilla, La nada nadea, Deusto 2023).

Y es lo que se propone hacer el protagonista de mi cuento, aceptando el caos de la realidad, renunciando a buscar el hilo de su vida en la complejidad de las relaciones humanas y notando sólo en el cariño materno un sentido que le da calor y paz, la misma paz que se encuentra en la palabra compartida, en el diálogo constante con galeno en psicoanálisis, o con alguien disponible a la escucha, hasta que sea posible.

Toda la existencia se desarrolla, todos los elementos de la psique toman visibilidad, también los más escabrosos, no hay más vergüenza, y así cuento y psicoanálisis se cruzan estrenando sobre el palco escénico de las páginas escritas una trama única e irrepetible de la vida humana.